Me dice cachorro,
me trata como a uno,
y jugamos,
fundiéndonos, acompañados del dolor,
a través de la mentira,
porque todos mentimos constantemente,
es el pan de nuestro día a día,
mentir,
jugamos a mentirnos, unos a los otros,
a suponer, a forzarnos a creer
nuestras propias falacias.
¿Es acaso eso todo?
¿Es acaso la vida una mentira?
Una sucesión infinita de falacias,
donde apostamos por algunas,
rechazamos otras,
creemos lo que queremos creer
y fingimos.
Nos mentimos a nosotros mismos,
eso quizás es lo más peligroso,
¿tenemos acaso elección?
¿decidimos, podemos decidir en qué creer?
Supongo que sí,
aunque no siempre de forma consciente,
como el juego que me gusta jugar,
el escandaloso, lleno de falacias,
me recuerda a la vida,
al engaño, sobre todo al autoengaño,
juegos de poder;
¿Los perdemos?
¿Nos perdemos en ellos?
A mí me gusta perderme en ellos,
sumergirme en el mar de las mentiras,
así como me fundo en el dolor,
con el ritmo constante de la fusta;
¿Castigándome?
¿Rompiéndome?
¿Destruyéndome?
Destruyendo esas partes que odio de mí,
les pido que salgan en el juego,
que se fundan en la falacia,
que me abandonen,
así como otros me han abandonado,
así al ritmo del dolor,
así con los gritos,
así con las lágrimas,
quiero que se vayan y me dejen,
sin embargo a veces la mentira parece ser real,
la uso para destruir mi dolor creando más dolor,
irónico,
y así termino más engañado,
en una vida de autoengaño,
pero soy su cachorro,
y me gusta jugar,
¿Qué mentira me voy a creer ahora?
¿La del exilio?
Me ceñiré a ella, hasta que en este juego,
de las ataduras, de los desprendimientos,
del dolor acompañado de placer,
la mentira se vuelva real.
16 de septiembre del 2023, Querétaro, Qro. Edwin CQ
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