El adversario si bien no me dejó dormir, al menos me permite escribir las siguientes líneas, ayer pactamos una tregua, pero al parecer no la sigue, es traicionero y eso me recuerda las promesas incumplidas, hoy me despertó de mi sueño inquieto con una especie de destello resplandeciente, como si se estuviera quemando el mosaico de los cuadros que adorna mi habitación.
Tomé el celular y encontré entre varios mensajes, algunos lectores madrugadores de mi anterior texto (me halaga y lo agradezco), pero sobre todo, encuentro un mensaje de mi psicoanalista, menciona que hará todo lo posible por cumplir su promesa, y yo me pregunto; ¿Cumpliré acaso la mía?, pero profundizaré más allá; ¿Es acaso esta promesa la que me mantiene atado a la vida y la que hace que no le haga caso a los susurros de mi adversario?, aquí mi rival aprovecha la ocasión y con su lengua bífida me recuerda que como mi padre, he incumplido muchas de mis promesas y que empecé a faltar a mi palabra sobre todo con A, me dice mi adversario que mi analista no cumplirá con lo prometido y que yo no debería de esforzarme tanto con mi promesa que hice ese día en el consultorio e incluso me hace poner en duda de si realmente hice una promesa, ¿realmente lo prometí o me quedé callado cuando entre los afectos se trastornó y me hizo prometerle algo que no fue terapeútico?
De cualquier manera, la ausencia de mi analista me pesa y estas tres semanas, se me han hecho tres meses, como lo mencioné en un lapsus el día de ayer (tres semanas - tres meses), me aferro a la "promesa" que hice, fuera o no terapéutico, la haya o no hecho, a veces necesitamos creer en imágenes ficticias que nos ayuden a avanzar, mientras no sean aberrantes (dioses), la realidad es que me pidieron hacer una promesa, lo que también es realidad y es confuso es que no se si la hice, pero me aferro a que realicé un juramento inquebrantable, y que las consecuencias de no seguirlo son más funestas que la muerte misma.
Sin embargo el adversario, astuto, inquebrantable, asesino, sabe que estoy resurgiendo de mis cenizas y no me deja avanzar, se ríe de mis deseos de salir del agujero donde estoy y ante mis torpes intentos me frena en seco, al subirme hoy a la bicicleta lanza un torrente de imágenes y pensamientos, relaciona la música no a la alegría sino al dolor, me tumba de ella a escasos cinco minutos de iniciar ( o eso creo) y ocasiona un mar de lágrimas y en el oído me susurra "te lo dije" , algo similar sucede a lo largo del día de hoy con cada placebo que intento para calmar la visita continua del adversario. Creo que, estamos en la etapa más crítica, él y yo, el quiere matarme y yo, bueno parece ser que ya descubrí la forma de intentar, de empezar a salir de sus garras, él sabe exactamente como asesinarme y yo, apenas estoy descubriendo como escapar de él, es obvio, estamos en desventaja, es por ello que he decido comparar esta etapa crítica con la batalla de Zama, además de que la amo y la leí tantas veces, en circunstancias muy distintas ¿Quién diría que iba a experimentar una en carne y hueso? Publio Cornelio Escipión del lado de los romanos, en completa inferioridad numérica contra uno de los generales que más he admirado Aníbal Barca (irónico, al final se terminó suicidando) del lado de los cartagineses, si apreciable lector no has leído la historia, esta batalla tiene elefantes y es espectacular, cruda, sangrienta, dura y horrenda, al final, gracias al cerebro privilegiado de Escipión, los romanos terminan ganando la batalla y es clave para la victoria de Roma en la segunda guerra púnica y para la derrota de Cartago y el posterior suicido de Aníbal.
La metáfora no podría ser más conveniente, la batalla es crítica y asumir que es de un solo jugador es absurdo, intervienen muchos jugadores aquí y afectos, pasiones, sexo, alcohol, placebos, familiares, amigos, la libertad, mi analista, A, hasta S se asoma en la cornisa, los posicionaré como me convenga y mi adversario también a su conveniencia, me pregunto si podré soportar la carga inicial de elefantes, si mi cerebro aún es tan inteligente como antes si tanto me jactaba de ser tan buen estratega, si puedo soportarlo.
Hay algo que me aterra de la metáfora y de la batalla en sí , de la etapa crítica, de todo en sí mismo, Aníbal Gasca, estaba agotado de luchar, toda su vida luchó batallas por proteger a su familia, por vengar a su padre, por ideales que no eran suyos, y al final, perdió las batallas y creo se perdió a sí mismo, decidió matarse antes que su adversario lo encontrara, me estremece pensar que desde pequeño admiré el final tan conciso y valiente que tuvo Gasca y no el desenlace tan humillante, lleno de tristeza y soledad que tuvo Escipión, en medio de su gloria, todos lo abandonaron, sin embargo se acerca el final de esta entrada y como Carrére considero que siempre se debe de escribir con un pequeño atisbo de esperanza, así que la diferencia entre Aníbal y yo estriba en que el sobrevivió a la batalla de Zama y yo voy por la mía, así que, voy por mi carga de elefantes, seguro la puedo soportar, además de que Aníbal hizo historia y creo yo, estoy aún muy alejado de hacer la mía.
Querétaro, Qro. 1 de Septiembre del 2023. Edwin CQ.
Posteguillo S. (2012). Las Legiones malditas. p 848 . Batalla de Zama. La Carga de los elefantes y el enfrentamiento de las caballerías.
Eres muy inteligente, podrás con esa carga de elefantes. Muy interesante todo lo que escribes una manera de conocer ese otro que todos tenemos.