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Foto del escritorEdwin CQ

28.

Con cuidado, aparto a Pelusa de mi brazo, me levanto, del lado derecho, bajo de la cama y despacio, como si temiera despertar a alguien, bajo las escaleras.


Me rebelo ante la idea de recibir mi cumpleaños acostado, se que darán las 12 y mis esfuerzos por dormir serán inútiles.


En cambio, decido abrir el refrigerador, sirvo en una de las tazas negras la leche de fresa que he comprado, tomo la laptop y me dispongo a subir, a recibir el cumpleaños escribiendo.


Supongo que es adecuado, así fue el debut.


Estaba añorando el año pasado, 28 noches, hoy, no hay ninguna.


Hace un año estábamos JP y yo juntos, arreglándonos para ir a cenar, o quizá, ya cenando, en ese all inclusive de excesos, para después, buscar juntos aún más exceso, recuerdo las velas, el pastel, meseros desconocidos cantándome las mañanitas y después, oscuridad y amanecer vestido en la cama, sin idea de como llegué ahí.


Dulces 27.


Pero también recuerdo mi mente embotada por el cóctel, por la Quetiapina, la Desvenlafaxina, Topiramato... sudor frío. Puedo recordar el tac, tac, tac, punzante, permanente, anquilosante, una sensación de opresión, de palpitar que sentía en mi cerebro cuando las tres drogas en una sincronía nada perfecta, intentaban controlar el inconsciente de un hombre rebelde, fuerte, testarudo. Puedo sentir en carne propia el golpe de calor que tuve en The Vine gracias a la combinación de los tres, y sobre todo, recuerdo no ser dueño de mí mismo, de mis deseos, ni de mis decisiones, ni de mi vida.


Hoy solo hay tres sonidos, el zumbido del aire acondicionado, el crepitar del ventilador sobre mi cabeza y el dulce sonido de las teclas mientras escribo, como si tocara el piano.


Exceso de paz.


He despedido a R. Últimamente dormimos juntos, me abraza fuerte, sobre todo en las madrugadas, me trae pan dulce, me hace reír, es un hombre inteligente, claro que también lo distingue el común denominador de ojos tristes, pero hay esperanza en el fondo de su mirada. Los afectos se revuelven sin encasillarse a la posesión, estoy cómodo, libre, dominante. Su compañía me (nos) hace bien.


Sin embargo, hoy he decidido estar solo, o bueno, solo con Pelusa que me analiza con su mirada, esos ojos los conozco bien, no hay enojo o emoción negativa, solo está cuestionando el motivo por el cuál la dejé sola unos segundos para bajar por la computadora.


Es un significante poderoso, la soledad, pasar de ser apabullante a ser reconfortante, hoy la abrazo y me dejo sentirla, hoy tomo leche de fresa (también cargada de significante) y escribo y me dejo sentir.


También he decidido tirar; me desprendo de un vino caro para quitar ese significante de mi vida. Pero sobre todo, tiro el cóctel, en un acto de valentía me despido de esos últimos vestigios de lo que quedaba de dolor, sufrimiento y sobre todo: Terror.


Me termino de desprender de lo último que quedaba y ahora sí haciendo una pausa de la vida que se asemeja a una partida de Age of Empires (Defender la Maravilla) me dispongo a dormir, celebrar mi auto existencia y disfrutar el renacimiento de las cenizas:


Feliz cumpleaños Edwin.


2 de julio del 2024. Mérida, Yucatán, 2024. Edwin CQ.



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