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Foto del escritorEdwin CQ

Mar.

-¿Por qué me lo has mandado?

Escuché su voz al otro lado del teléfono, mientras mis ojos se perdían en las olas, me gustaba ver a las aves jugando y cazando en el mar, apenas sintiendo las embestidas del aire furioso, ellas planeando con confianza y a pesar de la intensidad del viento, librándose muy bien del mismo, como si fuera una molestia leve, menor.

-Porque necesito la autorización de varias personas para que en su momento la editorial que quiero lo publique.- Le respondí.

El mesero me había traído otra bebida y la sirvió con delicadeza en el vaso, lo traté de despachar rápido para seguir con la conversación, nunca me ha encantado tomar cerveza pero realmente solo busco relajarme y no embotar mis sentidos, últimamente (para mi sorpresa) mis sentidos sufren mucho ante cualquier cantidad de alcohol, así que hoy dejamos de lado las bebidas aspiracionales y cargadas de alta graduación alcohólica, me conformo con cerveza, ya sé muy bien lidiar con la frustración, es lo que hay.

-A veces me desespera lo mentiroso que eres conmigo y contigo mismo.

Su voz melodiosa, vibrante, ecléctica me seguía hechizando, a pesar de tantos años y de tanto dolor.

-Me parece que me has enviado ese fragmento de tu texto para que te autorice el que puedas publicarlo. - continuó.
-Han dicho que mi escritura destruye en vez de construir, que soy destructivo, entre muchos cosas - le respondí-me gustaría saber que opinabas sobre eso.
-¿Sobre si tu texto , futuro libro es destructivo? - se rió - Edwin tu libro es agresivo contigo mismo, con los personajes y con el lector, es abrumador y difícil de leer, ¿realmente tienes dudas de si es destructivo?

Y yo me reí también, parecía ridículo preguntar lo evidente.

-Aún así - agregó - me parece que el libro está haciendo justicia y algo que me gusta de tu escritura es que es justa, no creo que sea importante el que yo te autorice destruirme a través de tu libro, si eso es justicia, puedo vivir con ello, eso ya lo tienes, pero si buscas mi validación, eso te toca a ti.

Me quedé pensando que posiblemente tuviera razón, que nuevamente, había buscado esa validación en un tercero y que sobre todo su opinión me resultaba interesante, importante, enriquecedora, así como también el ser destructivo no me resultaba perturbador, más bien solo había sido la excusa para contactarlo y sentirme validado, ¿Apoyado, protegido, tal vez?

No fui consciente de la duración de mis pensamientos vagando alrededor de la playa, es probable que me haya quedado absorto en ellos, tanto que dejé de ser consciente de la duración del silencio, era apacible, con solo el sonido del mar interrumpiéndolo en ocasiones, sin embargo su voz me sacó una vez más de mi ensimismamiento.

-¿Debo colgar?
-Supongo que si.
-Escribes muy bien Edwin, no lo olvides, pero si quieres un consejo, deja de destruirte a ti en tus historias, ese personaje que te pintas sobre ti mismo no existe y nunca ha existido, destruye a quien se lo merece y no dejes de hacer justicia con tus palabras.

Por un momento pensé en volverle al marcar, pero lo pensé mejor y decidí abrazar la soledad y el silencio de estar solo, existe una magia especial de estar solo frente al mar, en la que la soledad no es apabullante ni perturbadora, simplemente se deja sentir livianamente y flotas en ella.

Hace frío o me estoy volviendo tan sensible como los yucatecos, como sea, agarro la toalla y me cubro y me arrepiento de no haber traído esa especie de poncho de diseñador que guardo en Querétaro, no logro entrar en calor, las embestidas del viento son bravas y furiosas, empiezo a tiritar, a pesar de eso estoy cómodo (masoquista al fin y al cabo) y no me quiero ir a casa, así que decido entrar en calor caminando, por la costa, como en los viejos tiempos.


La mente no está embotada, entonces empieza a pensar, hay reflexiones íntimas, destructivas, embravecidas como el viento, otras interesantes y dolorosas, como que me he refugiado en la playa en exceso durante este año, (más de 70 veces) las visitas a la playa, el mar y buscar calma en sus olas son directamente proporcionales a la cantidad de dolor que he experimentado, este año he tratado de salvarme caminando en la arena, he luchado por recuperar lo irrecuperable (así como esos lentes que fueron arrancados de mis brazos por la violencia impasible del océano), he amado, tenido sexo salvaje con el mar como testigo, he llorado y sufrido y sido inconmensurablemente desgraciado, finalmente, lo cuál no es un secreto, he pensado en matarme en aquel mismo mar que vio nacer mi decadencia.


Sin embargo, esta visita (impulsada por la ingenua idea de que nos regimos por años y ciclos solares) tiene el propósito de encontrar un cierre, una reconciliación con el mar quizás, o pueda ser que solo una paz frágil conmigo, no las encuentro, tal vez porque el monstruo con el que hay que reconciliarse ya está calmado, o porque aún queda justicia por hacer, si bien creo que la idea había venido a mi mente, había sido efímera, también se había retirado, como las olas, hoy tomo la idea y me la sirvo en una copa de vino, disfrutando la astringencia y el retrogusto de cada una de sus significantes deslizándose a través de mi garganta y por mi mente:

Hacer justicia con las palabras.

Edwin CQ. San Bruno, Yucatán, escrito el 18 y publicado el 20 diciembre 2023.




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