Existe algo de especial en los finales, los rompimientos de vínculos, cierres, conclusiones, he hablado mucho de eso, de esos cierres inconclusos, de hecho, hay una entrada muy interesante sobre eso.
Creo que conoces mucho de una persona en sus finales, en su forma de cerrar un ciclo, en la manera que una persona tiene de dar por finalizado un vínculo significativo, los cierres son ariscos, áridos y a veces gélidos, conllevan un esfuerzo y es que no es fácil cerrar el telón, no es sencillo despedirse, nunca es fácil decir adiós.
Yo odio los cierres, es más, soy incapaz de cerrar.
Incapaz de cortar, de despedirme.
Otros deben de tomar la decisión por mi.
Recuerdo los cierres ariscos de mis tres ex parejas, el primero cerró de forma estrepitosa, con sus guardaespaldas, frente a la casa de mis padres, el segundo fue más cortés y me terminó en un parque, luego me siguió en su coche hasta mi casa, porque estaba apenado, el tercero, me dejó en el momento que yo más sufría, así nada más.
Todos me han tenido miedo, todos me tienen miedo para cerrar.
No hay rencor en esto, (o quizá sí) solo señalo que la calidad humana se puede ver en esos cierres y rompimientos de vínculos.
Ayer se rompió otro, o me lo rompieron, posiblemente forzado, estirado al máximo por mi, tan desgastado que se rompió, y es que yo ya no encajaba en ese vínculo, era demasiado ponzoñoso para mi, obvio que el vivir otro cierre me ocasionó desesperación, tristeza, ansiedad, fue el detonante de una bomba que se llevaba gestando desde hace hace tiempo, y una vez más, confirmo, conoces más de una persona o de un grupo de personas por sus finales, no por sus comienzos.
Volví a sentir a angustia exacerbada, un episodio en la mañana que necesitó contención, mi incapacidad va también más allá de los cierres de vínculos, va ligada con la incapacidad de cerrar el telón de mi propia vida, y esto yo creo que es afortunado porque si no, ya lo habría hecho desde hace mucho tiempo.
Hay algunas personas que tienen incluso clase y estilo para el cierre de su vida, mi abuelo es uno de ellos, se espero a tenernos a mi madre y a mi, frente a su rostro, y así, asegurándose que estábamos con él y que ya habíamos llegado, decidió irse.
Me cuesta abandonar, incluso cuando sé que las cosas no van bien, nunca termino mis relaciones, estiro al máximo el check out en los hoteles, me voy normalmente hasta el final de las reuniones, me entristecen las despedidas e intento nunca decir adiós y no me culpo, los finales han sido muy duros conmigo, desde el inicio.
Creo en las segundas oportunidades, algo así como Lana del Rey cuando dice: la gente puede cambiar, pero no debes dejarlas.
Me pregunto que vi ayer que me hizo cambiar mi decisión; ¿La mirada de ahora un capitán de bares que yo conocí desde barista? Un gran hombre, que ha crecido, mis palabras, duras, gélidas y pretenciosas a él lo han favorecido, ha avanzado y hay aprecio sincero en sus ojos, su mirada tiene brillo y un pequeño porcentaje de ese brillo he podido alumbrarlo, yo, eso me hace feliz.
¿Fue acaso ese abrazo con otro amigo? Llevo siguiéndole la pista a todos los hoteles que va, su abrazo fue genuino, su sonrisa fue sincera, me recuerda a mi padre, recuerdo que incluso hasta a mi tercer ex le caía bien.
¿O fue acaso mi inconsciente el que mandó ese mensaje que desgastó el vínculo y forzó que la otra parte lo rompiera? Supongo que son esas patadas de ahogado, esos gritos, esos últimos esfuerzos que uno hace por su supervivencia, jamás menosprecies la capacidad que tiene el ser humano de hacer todo por sobrevivir, por luchar hasta el último momento.
Me cuestiono también sobre el nexo, hay algo a lo que mi inconsciente se aferra, existe un motivo, algo más allá que personas, no creo que solo sea esa fuerza automática de supervivencia, debe de existir algo más, algo para que en medio de todo el dolor, hoy me haya rebelado en la mañana y no me haya dejado vencer.
Hay algo fuera de la campana de cristal.
¿Qué le decimos a la muerte? Not today.
21 de febrero del 2024. Cancún, Quintana Roo.
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